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VII LA PAZ El volver fue penoso y erizado de dificultades. Con sus cuerpos rotos por el hambre y horrores sufridos, los religiosos hubieron de hacerse cargo de las paredes desmanteladas del Convento e Iglesia. Sus moradores durante la guerra, principalmente la Brigada mixta de infantería del Comandante Pala– cios -6.º Cuerpo de ejército- que le habitó hasta oc– tubre de 1937, habían quemado puertas, ventanas, pa– vimento y demás enseres; haciéndo desaparecer la instalación del agua, luz y servicios sanitarios. Por otra parte, las circunstancias eran difíciles para todos los españoles a raíz de la guerra. Quede patente el reconocimiento de la Comunidad de Religiosos Capuchinos a los vecinos de El Pardo por su incondicional y voluntario apoyo, en el que so– bresalió la familia del entonces Juez de Paz, don Víc– tor Hernando. Con este apoyo, a los seis meses de haber dado fin 5 65

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