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La historia verdadera e Íl .tima de la venerada Ima– gen durante estos dos siglos se condensa en la devo– ción intensa de los fieles y las innumerables gracias milagrosas del Santo Cristo. De éstas son testimonio los exvotos que siempre cubrieron las paredes de la ermita. La visitas de los fieles, que subieron diariamente la empinada cuesta de la colina, no tenían nada que ver con el aspecto turístico, y sí mucho con las nece– sidades espirituales y corporales. Miles de visitantes encontraron cabe la santa Ima– gen la paz en sus almas, la luz de la fe en sus mentes y el gozo en sus espíritus. Confidentes mudos y se– cretos son los confesonarios de la ermita. Es decir: La historia íntima del Santo Cristo se confunde con la historia de muchas almas atribuladas, que jamás se leerá en la tierra. 52