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légrafo, y hasta de una Cooperativa de la que es socio su Majestad Alfonso XIII. Bueno, nuestro recorrido ha tocado a su fin; ya estamos en El Pardo. Lo primero que extrañan nuestros ojos es la gran cantidad de burros, enjaezados con gracia, que van y vienen. Es un negocio típico de El Pardo: Estos burros se alquilan para llevar la gente al Monte, pues El Pardo es considerado como sanatorio, y aumenta cada año el número de familias que vienen en busca de salud. Por otra parte hoy coincide con la romer ía de San Eugenio, que podría denominarse "Romería de la Be– llota". En este 13 de noviembre, Madrid guarda la fiesta del gran Obispo toledano, y sus gentes salen con sus meriendas a coger el apreciado fruto de la encina, pues además de alimento, es astrigente y calmante de nervios. Pero subamos a esta colina donde nuestra vista descansará recreándose en el panorama velazqueño re– cortado por las crestas del Guadarrama. Aquí todo es historia. El suelo que pisamos pertenece a la prehistoria, pues en las orillas del Manzanares se han encontrado recientemente piedras con epitafios, inscripciones, res– tos humanas, cuyas características son de cepa céltica, eficaces para el estudio de los aborígenes de El Pardo. Por otra parte El Pardo es eso que contemplan nuestros ojos: Un gran Monte de caza, donde cada colina y cada rincón tienen un nombre y una historieta. Un magnífico Palacio, cargado de historia; y un Pueblo humilde y laborioso que cobija el Palacio. Diseminadas por las colinas del Monte blanquean las 26 casas, que albergan a los 42 vigías o guardas, 22
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