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la numerosa servidumbre podrá alojarse en otro es– pacioso edificio de 65 habitaciones, denominado "Casa de Oficios". Y este año de gracia de 1549, demolida la primera mansión de Enrique III, comienza a levantarse el pa– lacio y la casa más grande del pueblo, bajo la direc– ción del arquitecto Luis de Vega. Tardaron 20 años las obras. Carlos V no las vería terminar; sería su hijo Felipe II quien les daría fin. A él se deben las cubier– tas de pizarra y los emplomados exóticos, para lo que hizo venir oficiales flamencos y plomos ingleses. Su figura quedó cuadrada, y en las esquinas se ven cuatro torres con rico ventanaje; en lo alto de cada una, sus chapiteles y arpones. En el centro del Palacio el obligado patio central. Y en torno a todo el Palacio una ancha cava o foso , sin agua, con adornos en su interior de fuentes, flores y pájaros. Al norte y sur del Palacio amplias galerías. Felipe II tuvo por este palacio gran estimación, adornando sus habitaciones con la mejor colección de pinturas, que en aquel tiempo existía en el mundo: tableros y lienzas del gran Tiziano, Gaspar Becerra, El Bergamasco, Cincinato, Alonso Sánchez Coello, An– tonio Moro, etc. El Palacio quedó tan bien acabado, que se dijo des– pués, que era "el más admirado por tos Príncipes ex– tranjeros, que le tienen por el mejor que hoy se sabe en el Universo". Podemos apreciar su figura exterior en dos lien– zos conservados ahora en el Monasterio de El Esco– rial, y hasta hace poco en el Palacio de Oriente. 13

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