BCCCAP00000000000000000000808

Necesitamos una guerra en cualquier rincón del mundo para asombrarnos un poco cada mañana. O el relato de un asesinato macabro. La crónica negra de cada periódico estoy seguro que es la más leída. La buena noticia que nos caería bien sería la de que el cán– cer ha sido vencido. La enfermedad desterrada de la tierra, y el su– frimiento totalmente calmado. Buena prueba de esto es el resplandor de esperanza que he advertido en tantos ojos de familiares que tenían enfermos de cán– cer cuando leían cualquier noticia en los periódicos. Cristo, el Ungido, que "pasó haciendo el bien", "que curó a tantos", que "alivió nuestras miserias", no ha venido para desterrar eso del mundo. Eso es consecuencia de ser hombre. El cargó vo- 1untariamente con todo. Incluso quiso morir. Se hizo solidario de nuestros sufrimientos. Con esto nos trajo la Buena Noticia del valor de los sufrimien– tos, y puso una venda sobre los corazones desgarrados y desespe– rados. No es poco. Es lo fundamental. El dolor, según Cristo nos recuerda en el Evangelio, puede "revelar las obras de Dios" (Jn. 9,3). Y "manifestar la misma glo– ria de Dios" Jn .11,4). Es un medio de purificación. Las lágrimas pueden hacer más transparente nuestra mi rada. Los corazones desgarrados, pueden acercarse más a Dios. Por eso, pienso que cada enfermo, puede ser un Ungido. Un– gidos hemos sido muchas veces a lo largo de nuestra vida cristia– na, empezando por e! sacramento del Bautismo. Pero cuando una enfermedad llega, bajo este punto de vista, llega una misión espe– cial del Señor. Ante los demás tenemos que ser como mensajeros de nuestra fe en el Cristo doloroso y en el valor redentor del sufrimiento. Ya en la antigüedad fue escrito: "En la enfermedad el alma se recoge dentro de sí misma". Ojalá salga de ella más purificada. -'-95-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz