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Después de veinte siglos él cuenta todavía. Vale para él la consigna que se ha dicho sobre la cruz: "El mundo pasa pero la cruz permanece". La ví en cierta ocasión, como un slogan, debajo de una esfera rematada por la cruz. Quedé contemplándola largamen– te y me pareció el símbolo de toda la historia cristiana. Queramos o no. La cruz y el Cristo crucificado están ahí. . Se cuenta de un ministro de instrucción pública de la Repúbli– ca francesa, en los años que persiguieron a la Iglesia, que al re– criminarle en medio del parlamento su fracaso, dijo: -Me estorba un cadáver. Hacía referencia al crucifijo. Y se equivocaba. Porque no se trata de un cadáver. Cristo ha muerto, pero vive. Por la cruz pasó a la vida y a la gloria. Es el Señor de la vida y de la muerte, del cielo, de la tierra y de los abis– mos. Si nosotros queremos pasar de larvas a mariposas glorificadas tendremos que ir por el sendero de la cruz. El dolor bien sobrellevado, tiene algo de engrandecedor. ¿Por qué tu amigo es tan bondadoso, tan sereno, tan ... ? Porque ha su– frido. Y el sufrimiento hace a los hombres más hombres. Este es un diálogo real. Tan real como la presencia de la cruz en la vida de los hom– bres. Todos tenemos que ca.rgar con nuestra cruz de cada día, mi– núscula o gigante. Pero Cristo .se hace nuestro Cirineo y nos ayu– da por la cuesta de la vida adelante. El sufrió para enseñarnos a sufrir. El aprendió obediencia en su sufrimiento. Nosotros seremos más hombres después de haber sufrido. Todos rehuimos la cruz, pero la cruz -paradoja- nos eleva de la tierra, nos engrandece. Ojalá que el gran Inventor de la Re– dención por la cruz, nos enseñe a nosotros a redimirnos a través de tanta diminuta cruz de cada día. -85-
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