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E L F E S T I N D E D I OS "En aquel día, preparará el Señor de los Ejércitos, para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pue– blos, el paño que tapa a todas las naciones". ( lsaías 25, 6.ª. 7). Recuerdo que en unas conferencias más o menos dialogadas, al decir yo: "Dios quiere la salvación de todos los hombres... ", me interrumpieron para decir: "Según esa opinión de usted". -Cui– dado, que esa no es una opinión mía. Esa es una afirmación de la Escritura. Está muy claro en diversos pasajes. Sobre todo en la pri– mera carta de S. Pablo a Timoteo. Es, por tanto, una verdad de fe. -¡Entonces ... ! Me admiró su admiración. Máxime que era una persona ins– truida y piadosa. Hasta tal punto puede ser cerrado el concepto de que la salvación es para nosotros, los privilegiados. Sabemos de sobra que no. Y que además es un don gratuito de Dios. Por el cual él ha dado toda su sangre. Sabemos cómo los judíos tenían el concepto de que ellos eran el pueblo elegido de Dios, y lo eran, en verdad. Cómo pensaban que únicamente ellos se salvarían. El mismo lsaías tiene párrafos terribles para los enemigos de Israel. Por ello admiran mucho más estas palabras suyas. Donde Dios revela claramente cómo quiere que sea para todos el cielo. Estas palabras de la liturgia de hoy han de ser un consuelo para nosotros en estos momentos de dolor. Sabemos que este ser querido ha sido destinado por Dios al cielo. Dios quiere la salva– ción de todos. Tanto que hay una proposición condenada por la Iglesia. Dicha proposición decía "que algunos estaban destinados al infierno". Esto lo condenó la Iglesia como herético. Nadie está destinado al infierno. Si algunos van o pueden ir es por su propia culpa. Dios creó el cielo para todos y nos quiere ver a todos en el cielo. -70-
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