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Ya escribió hace mucho el gran español Isidoro de Sevilla: "Ama, pues, la sabiduría y se te manifestará, acércate a ella, y se te aproximará, aficiónate a ella y te aleccionará. Aprende lo que ignoras, no salgas doctor inútil. Sé, por de pronto, discípulo para que seas doctor, por la aplicación has de conquistar el nombre de maestro. El bien que oyeres, dilo, el bien que aprendieres, enséñalo. No desdeñes el cuidado de apren– der y de enseñar. La ciencia que concibes por el oído, espárcela por la boca. Al impartir a los demás tu sabiduría, para ti mismo la acrecientas. Cuanto más ampliamente se diere la doctrina, tanto más abunda. La sabiduría, dándola se acrece, reteniéndola mengua, difundiéndola más rebosa, y cuanto más se comunica, más abunda". Este gesto del sabio ya es cristiano. Porque es amor. Y el amor es eminentemente cristiano y divino. Pero siguiendo el hilo de la escritura tenemos que esa sabidu– ría la quiere para "que sean rectos los caminos de los terrestres". Es el tema de toda esta perícopa: Conocer y caminar por los cami– nos rectos para agradar a Dios y cumplir sus preceptos. Aunque entre tanta sabiduría parezca vulgar aquel apólogo del sabio y del barquero puede cerrar con broche de oro estas re– flexiones sobre la verdadera sabiduría. El sabio investiga en Egipto. Investiga la historia por el rastro de las piedras milenarias y los monumentos, investiga el cielo por las estrellas. Todas las mañanas y todos los atardeceres le espera puntualmente el barquero para trasladarle de una orilla a otra del Nilo. Y un día el sabio entabló conversación con el barquero: -Usted si que será feliz. -Pues, sí señor. -Lo digo porque estando aquí cerca de tanta historia, en una de las cunas de la ci– vilización, podra Vd. investigar, o al menos admirar tantos monumen– tos como tiene ahí al alcance de los ojos. -Pues no señor, nunca entré a verlos. Yo siempre con mi barca trasladando a los viajeros. Así me gano la vida. -¿Pero no sabe Vd. la historia de los farao– nes? ¿No sabe Vd. del rumbo de las estrellas? -No señor. No sé leer. -Pues ha perdido Vd. la mitad de la vida.
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