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EL DON DE SABIDURIA "Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encon– tramos lo que está a mano: ¿Pues quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no fe das sabidu– ría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así serán rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprenderán lo que te agrada; y se salvarán con la sabiduría los que te agradan, Señor, desde el principio" (Sabiduría 9, 16-18) (U. E.). ¿Quién fue el sabio que dijo: "Sólo sé que no sé nada"? Sin embargo Confucio escribió: "Mucho sabe el que conoce su propia ignorancia". Nosotros reconociendo nuestra propia ignorancia tenemos que admitir, también, que conocemos, o sabemos, muchas cosas. El progreso de las ciencias ha sido maravilloso. Como decía admirado un escritor, ha conquistado las tres dimensiones: Lo alto, lo ancho y lo profundo. No le queda nada por explorar: conoce la tierra, conoce el mar, conoce el espacio. Evidentemente una exageración. Pues cuanto más explora más se da cuenta de lo que queda por descubrir, aún en la naranja de nuestro planeta, del que no ha hecho nada más que arañar un po– quito la corteza. Lo triste del caso puede ser que el hombre engreído por su gran morral de conocimientos, desprecie la sabiduría. Pues el verdadero sabio comienza siendo humilde y generoso. Humilde porque se da cuenta de lo mucho que le queda por saber. Y que cada día tiene que aprender una nueva cosa. Y generoso porque da su sabiduría sin querer lucrarse a cambio. Con el buen deseo de contribuir con su granito de arena al conocimiento de los hombres. -66-

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