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CUERPOS Y ALMAS "¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita". (Sabiduría 9, 13-15) (U.E). El título de este comentario se parece al de una famosa nove– la. Pero quiere ser mucho más. Quiere apuntar a ese drama uni– versal -que han tocado todas las filosofías- de la lucha entre el cuerpo y el alma. El autor del libro de la Sabiduría que era, lo más probable, un judío con residencia en Alejandría en el siglo I antes de Cristo, conocía perfectamente la filosofía de Platón y de los neoplatóni– cos. En su libro trasciende esa filosofía. También en esta separa– ción tan brutal -al menos por lo que nos choca a nosotros- en– tre el cuerpo y el alma. El cuerpo es el lastre. Nos hunde, nos es– torba. Y desde ahora tenemos que decir que no. El cuerpo y el al– ma están unidos sustancialmente. El cuerpo ayuda al alma. Es el pedestal que el alma puede utilizar para su grandeza. Los sentidos son las ventanas por donde el alma se asoma al exterior. El radar que le hace ver en su entorno, sea viendo, tocan– do, oyendo... El cuerpo, es por tanto, el mejor auxiliar del alma. Claro que si el cuerpo se corrompe, puede ser como un robot estropeado, que confunde y extravía al alma. Pero ahí está la gran labor del hombre. Saber glorificar su cuerpo con las fuerzas del espíritu. Decía un gran pensador: "Los hombres buenos espiritualizan su cuerpo; los hombres malos en– carnan sus almas". (Benjamín Whichcote). -64-

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