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AMAR ES ... "Padre Justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conoci– do, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos". (Jn 17, 25-26). ¿Qué es el amor? Pregunta eterna, pregunta moderna... El Evangelio que es para siempre nos dice claramente que el amor comienza por un conocimiento. El refrán dice: "ojos que no ven co– razón que no siente". Nada más acertado. Es difícil que nosotros nos enamoramos de una idea abstracta. Los más altos ideales los tenemos que ver concretizados en un trozo de tierra, en una bandera, en una consigna. Para enamorarnos de algo nos tiene que rozar los sentidos, aunque sea tan leve como una brisa. Para que nos enamorásemos de él, a pesar de todas las teofa– nías -impresionantes teofanías- del Antiguo Testamento, Dios quiso que se encarnara su Hijo. Lo hizo para que él le amase como hombre, y para que él enamorase a los hombres de Dios. Y justo. Cristo comenzó a predicar de Dios de una manera di– ferente, de una manera amorosa. Es el Padre, es el corazón que se entrega, es la providencia que cuida hasta de los pelos de la cabe– za. Es... , él mismo que se entrega, que se da, que nos ama, que muere para que nosotros vivamos. Este conocimiento supone una fe. Fe, en este sentido, más que creer en algo es creer en Alguien. Y luego de creerle con toda la mente, amarle con todo el corazón. ¿No es ese el primero y princi– pal mandamiento? Cristo nos dio a conocer a Alguien. Nos dio a co– nocer el nombre del Padre, y bien sabemos que dar a conocer ese nombre es dar a conocer la propia persona. En el Antiguo Testamen, -666-

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