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HASTA LA VISTA "En aquel tiempo, elevando tos ojos al cielo, Jesús oró diciendo: -Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmi– go,. donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo" (Jn "17, 24). Nos cuenta una leyenda que una madre llegó al cielo. Al cru– zar el umbral de la gloria, abrió los ojos de par en par, mirando a todas partes. Parecían dos focos rastreando el cielo ... De pronto se dio media vuelta y se dispuso a salir. San Pedro le preguntó: -¿Por qué te marchas? -Esto no puede ser el cielo. Yo tenía un hijo. Murió de niño y no está. Esto no puede ser el cielo ... -Mira bien, mujer... Miró y vio a su hijo en el mismo seno de Dios, convertido en rayo de luz. Leyendas aparte, una cuestión que se plantea con frecuencia es ésta: ¿Veremos a nuestros seres queridos en el más allá? Nos parece a nosotros, y con razón, que el cielo no estará completo sin este conocimiento y convivencia mutua. Cristo nos da una pista segura en su discurso de despedida y oración sacerdotal. En todas estas páginas late una idea: No me despido definitivamente de vosotros, sino hasta dentro de muy poco tiempo. Hasta la vista: .. Cristo quiere que los suyos estén con él eternamente en la gloria... El deseo de Cristo es manifiesto. El nuestro también. ¿Qué tenemos que hacer cuando alguno de los nuestros va por caminos extraviados? Guiar a un ciego es una gran obra de misericordia. Iluminar a uno que tiene la fe hundida es doblemente misericordioso. Por ello tenemos que tratar de llevarle al buen camino, pero sin atosigarle. -664-•

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