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INSTALARSE, NO "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: --No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En ta casa de, mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuan– do vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y donde yo voy, ya sabéis el camino" ( Jn. 14, 1-4). Muchas veces nos hemos preguntado todos por qué a los vie– jos les cuesta más morir que a los jóvenes. Debiera ser' al contrario. Quien tiene una vida por delante, unas energías, una labor, una mi– sión ... Y, sin embargo, es el revés. El Evangelio de hoy, quizá nos puede iluminar un tanto las ra– zones de este sin sentido. Porque la muerte es como un cambio de residencia. Y a todos nos cuesta mucho más cambiar de residencia, mudarnos, desinstalamos, cuando los años avanzan. Cuando somos jóvenes, la cosa cambia. Quizá hasta el espíri– tu de aventura nos lanza por el mundo de una parte a otra. Quere– mos movernos. Cambiar. Pero, llegados a una cierta edad, ¡cuánto nos cuesta a todos trasladarnos! Y los viejos se han acomodado de tal manera al ambiente, a la circunstancia que les rodea, que en ellos es doblemente verdad la frase de que "el hombre es el yo y su cir– cunstancia". Y, sin embargo ... Hay que trasladarse de esta vida a la otra vida. Que por mucho que sea una prolongación, siempre exige un salto mortal. No obstante, nos pueden confortar mucho las ideas del Evangelio de hoy: La primera es que cambiamos para mejor. Se trata del cielo, donde hay muchas estancias. Donde el gozo será completo y eter– no. Más, no cabe. Todas las miserias de la vida habrán desapareci– do. Cuando las cosas son así, hasta mudarnos en la tierra nos cues– ta menos. Mudar para mejorar es progresar. La segunda es que tenemos la garantía de Cristo. En primer -658-

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