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pecado no nos queda. nada más que la confianza en Dios que ven– ció al pecado. La gracia ha sido depositada en la vida como una garantía de un buen morir. Ella nos confortará en esa hora suprema como Dios mismo. Estemos plenamente seguros. Lo que es necesa– rio es aceptar los hechos y recibir esos sacramentos que tienen fuerza especial y divina para resistir y superar el hachazo de la muerte. Mejor aceptar la gracia que se nos ofrece como una mano divina que tratar de hacer la última escena de la vida. Como Amiel que pocos días antes de su muerte escribió: "¿Cómo haré para mo– rir bien? No hay experiencia para ello; hay que improvisarlo, ¡y es tan difícill". -656--

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