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trarse hombre ante esto. Nos dio en ello ejemplo de vida. No se trata de no temer la muerte y no temblar ante ella, es algo muy natural. Pero la gracia de Dios nos ha sido dada para superar todo eso. Si en algunos santos aparece la alegría ante la muerte. Deseo de la muerte. Llamada a la muerte, es que la gracia de Dios ha ope– rado en ellos el milagro. Son una excepción de la reacción lógica y natural, y por lo tanto confirman la regla general. También ha habi– do muchos santos que se turbaron, temblaron y temieron la muerte. Aunque todos estemos convencidos que es el paso para un mundo mejor, que es la puerta de la vida, que nos espera el res– plandor y hogar del Padre... Y podríamos hacer cantidad de frases. Pero la realidad se impone. Y esa realidad nos dice que todo hom– bre que nace llorando, que le ha sido concedida la vida como un don, suele dejarla con pena.. Aunque inmediatamente le sea conce– dido el don de la vida eterna. En Cristo puede más el deber que la impresión. Es el hombre -como todo hombre- que ha nacido para morir. Pero él de una manera peculiar. Su nacer está marcado por una muerte sacrificial y redentora. Con su muerte nos dará la vida. Siente morir, pero ha de morir precisamente para eso y para luego resucitar como pren– d? de resurrección para todos nosotros. Y él reacciona en seguida. Comprende su deber. Pide la ayuda al Padre y el Padre responde ·de inmediato. Es curioso que tanto aquí como en Getsemaní y en la Cruz, Dios Padre responde para conf.ortarle. En Getsemaní envía un ángel que le consuela, ya que los tres íntimos no son capaces de hacerlo. Y en la cruz por aquella energía extraordinaria que se apodera de él nada más sentir el desaliento y el desamparo de Dios. Es algo ,que no puede menos de sorprender su manera de despedirse de la vida y morir.. Causó asombro al centurión romano, antes de que la tierra temblase... Por ello pienso que ante la muerte, ante ese fruto amargo del -655-

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