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¿P O R Q U E C R I S T O R E S U C I T O A L A Z A R O? "Jesús, levantando los ojos a to alto, dijo: -Padre, te doy gra– cias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: -Lázaro, ven afuera. El muerto salió, tos pies y tas manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús tes dijo: -Desatad/o y de– jadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él". (Jn 11, 42-45). Por eso resucitó Cristo a Lázaro, para que muchos creyesen. Para testificar que él era el Mesías esperado, el Hijo de Dios. Y que no sólo lo testimoniaban sus palabras sino también sus obras. Esa fue la intención de Jesús. Podemos aventurar, sin pensar mal, que Cristo dejó morir a Lázaro. Cuando recibió el aviso demoró la partida hacia Betania. Estaba entonces enfermo. Lo que dijeron los judíos era muy razonable: "Y uno que le ha abierto los ojos a un cie– go, ¿no podía haber impedido que muriera éste?". Pues Cristo, con toda la intención, a pesar del dolor de las hermanas a las que tan– to quería, no lo impidió. No fue crueldad, sus lágrimas lo testifican. Fue designio divino para testificar su misión entre los hombres. Cristo escogió, además, un mom_ento estratégico dentro de su vida pública. Casi no se hablaba de otra cosa en Israel, que _de aquel hombre extraordinario. Hasta sus propios enemigos lo reconocían así, por eso querían matarle, para hacer callar aquella voz que arrastraba a las muchedumbres. Cristo se jugó la vida acercándose a Jerusa– lén. Pero fue e hizo el gran milagro. ¿Podía haber resucitado, a cualquier otro? Podía resucitar a otro. Pero resucitar a un persona,- -648-
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