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LOS HOMBRES TAMBIEN LLORAN "Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: -¡Cómo lo quería! Pero algunos dijeron: -Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús sollozando de nuevo llega a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa). Dice Jesús: -Quitad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dice: -Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días. Jesús le dice: -¿No te he dicho que si crees verás la gloria de D;os? En– tonces quitaron la Josa". (J n 11, 35~41 ) . Ante la tumba abierta del amigo muerto, con los ojos húmedos de lágrimas, está Cristo. No le importa ni la corrupción, ni el am– biente, ni la descomposición, ni la muerte; le importa el dolor de los hombres. Por eso lloró. Decir que los hombres no lloran. Asegurar que es una vergüen– za el que los hombres lloren, es no saber lo que se dice. Los hom– bres tienen los ojos para ver y para llorar cuando lo que ven les conmueve el alma. Y aunque tengan el corazón más duro que las mujeres, aunque tengan callos en el corazón, si son hombres tienen que llorar. Y la hombría se demuestra, a veces, en las lágrimas. ¿Lloran los animales? Los cocodrilos, y para eso lágrimas fingidas. Lo que sí sabemos es que Dios lloró. Y cuando lloró Cristo lloró toda la humanidad con él. Porque Cristo es, además de Dios, el más perfecto de los hombres. Por eso, desde entonces, no es vergonzoso llorar. Necesitamos llorar, ante ciertos dolores, para derramar fuera, como un lastre que nos hunde el alma, toda esa amargura que lle– vamos dentro. Al llorar descansamos. Necesitamos, llorar, sobre to– do, para unirnos a las lágrimas de los demás.

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