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sufrimiento y soportan los mismos dolores con mayor fortaleza. En efecto: los cristianos no solamente conocen, por las propias pala– bras de Cristo, el significado y el valor de la enfermedad de cara a la salvación del mundo, sino que se saben amados por el mismo Cristo que en su vida tantas veces visitó y curó a los enfermos. Aun cuando la enfemedad se halla estrechamente vinculada a la condición del hombre pecador, no siempre puede considerarse como un castigo impuesto a cada uno por sus propios pecados ( cf. Jn 9, 3). El mismo Cristo, que no tuvo pecado, cumpliendo la profecía de lsaías, experimentó toda clase de sufrimientos en su Pasión, y participó en todos los dolores de los hombres ( cf. Is 53, 4-5); más aún, cuando nosotros padecemos ahora, Cristo padece y sufre en sus miembros configurados con él. No obstante, todos esos padecimientos son transitorios y pequeños comparados con el peso de gloria eterna que realizan en nosotros (cf. 2 Cor 4, "17). • Entra dentro del plan providencial de Dios el que el hombre luche ardientemente contra cualquier enfermedad y busque solí– citamente la salud, para que pueda seguir desempeñando sus fun– ciones en la sociedad y en la Iglesia, con tal de que esté siempre dispuesto a completar lo que falta a la Pasión de Cristo para la sal– vación del mundo, esperando la liberación de su cuerpo en la glo– ria de los hijos de Dios. (cf. Col 1, 24; Rom 8, 19-21). Es más: en la Iglesia, los enfermos, con su testimonio, deben recordar a los demás el valor de las cosas esenciales y sobrenatu– rales y manifestar que la vida mortal de los hombres ha de ser re– dimida por el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. No basta sólo con que el enfermo luche contra la enfermedad, sino que los médicos y todos los que de algún modo tienen relación con los enfermos han de hacer, intentar y disponer todo lo que con– sideren provechoso para aliviar el espíritu y el cuerpo de los que sufren; al comportarse así, cumplen con aquella palabra de Cristo que mandaba visitar a los enfermos, queriendo indicar que era el hombre completo el que se confiaba a sus visitas para que le ayu– daran en su vigor físico y le confortaran en su vida espiritual". He aquí una atinada y profunda explicación. La explicación cristiana. -629-

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