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EL PORQUE DEL DOLOR "En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: -Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciese ciego? Jesús contestó: -Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo un– tó en los ojos al ciego y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Síloé (que significa enviado). El fue, se lavó, y volvió con vista". (Jn 9, 1-7). Mucho hemos hablado sobre el dolor. Mucho más se podría hablar y escribir. Y no sería nada más que dar vueltas y vueltas en el mismo remolino sangrante y turbador. Mil teorías podrán inven– tar los hombres en torno al sufrimiento, pero el misterio del dolor sólo se puede resolver a la luz de la cruz de Cristo. Desde luego nunca podremos asegurar que el dolor de cual– quier hombre sea fruto de su pecado o del pecado de sus padres. Cristo lo desmiente aquí y sobre todo lo desmiente con su vida. Pues, él, el sin pecado, sufrió tremendamente el martirio de la cruz. Quiero copiar al pie de la letra lo que dicen los "praenotanda" de la edición típica del Ritual Romano de la "unción y la pastoral de los enfermos". "Las enfermedades y los dolores han sido siempre considera– dos como una de las mayores dificultades que angustian la con– ciencia de los hombres. Sin embargo, los que tienen la fe cristiana, aunque sienten y experimentan lo mismo, se ven ayudados por la luz de la fe, gracias a la cual perciben la grandeza del misterio del -628-
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