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que Cristo dijo en Cafarnaún, eso sí que es de fe. Tiene el aval de su palabra, de su vida y de su muerte. Y sin embargo, a pesar de esa promesa de Cristo, cuantos que luego abandonan la Eucaristía y la práctica religiosa, a los que la promesa de Jesús no les sirve de nada, por su propia culpa. Pero Jesús es salvación hasta el final. Y al fin de la jornada de la vida quiere llegar a nuestro lado. En la nueva pastoral de enfermos toma especial relieve la Eucaristía. Tanto que se insiste en recibir– la de una forma reposada, lúcida, tranquila, y a ser posible dentro de la misa, para lo cual el sacerdote puede celebrar la misa en la casa del enfermo. En los "Praenotanda" de la edición típica del Ritual Romano se lee: "En el tránsito de esta vida, al final, robustecido con el viático del Cuerpo y Sangre de Cristo, se ve protegido por la garantía de la resurrección, según las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día". (Jn 6, 54). A ser posible, el Viático debe recibirse en la misa de modo que el enfermo pueda comulgar bajo las dos especies, ya que, además, la comunión en forma de viático ha de considerarse como signo peculiar de la participación en el misterio que se celebra en el sa– crificio de la misa, a saber, la muerte del Señor y su tránsito al. Pa– dre. Están obligados a recibir el Viático todos los bautizados que pueden comulgar. En efecto: todos los fieles que se hallan en peli· gro de muerte, sea por la causa que fuere, están sometidos al pre– cepto de la comunión; los pastores vigilarán para que no se difie– ra la administración de este sacramento y así puedan los fieles ro– bustecerse con su fuerza en plena lucidez". Como vemos se impone una obligación: se insiste en el precep– to de recibir la comunión en peligro de muerte, porque es garantía de salvación, y paralelamente a los pastores su obligación de insis– tir en esta pastoral de preparación entre los fieles. -625,:_

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