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PROMESA DE SALVACION En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Có– mo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vos– otros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me co– me, vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no co– mo el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que co– me este pan vivirá siempre (Jn 6, 54-59). Nos encontramos a veces con la recomendación de ciertas de– vociones que hay que hacer siguiendo las normas reveladas a algu– na santa, y que contienen la promesa cierta, segura, de salvación. Tanto que nos encontramos, a veces, con personas, que nos dicen con una confianza total: "Yo estoy segura de mi salvación, porque hice tal devoción". Y también sabemos de apariciones -que dicen siguen dándo– se- donde se vuelve a insistir en esa certeza y promesa segura de salvación, con tal de hacer ciertos rezos y peregrinar a ciertos lu– gares. La fe que todo eso nos merece queda sometido al juicio de la Iglesia. No merece la pena perder tiempo en comentarlo. Baste es– ta mera indicación. Lo que sí nos merece plena fe es la promesa de Cristo. Lo ~624-

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