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LA VOLUNTAD DEL PADRE "En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí, no lo echaré afuera; porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda na– da de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". Jn 6, 37-40). Hay una cosa evidente en toda la vida de Cristo: que vino para hacer la voluntad del Padre. Cuando entra en el mundo, entra con aquella palabra famosa, profetizada desde antiguo y recordada en la carta a los hebreos: "He aquí que llego para hacer tu voluntad". Cuando comienza su vida pública le dice a Juan Bautista: "Menester es que cumplamos toda justicia". Cuando sus apóstoles le ofrecen de comer, les replica con una frase sorprendente: "Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra". Cuando concluye la vida pública exclama en el Cenáculo: "Padre, te he glorificado llevando a cabo la obra que me encomendaste". Al empezar su pasión, en la oscuridad, angustia, tristeza y te– dio de Getsemaní, su oración es insistente: "Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya". Y no se atreve a entregar su alma al Padre hasta que no grita en la cruz: "Todo está cumplido". ¿Cuál es la voluntad del Padre? Respecto a nosotros, a su mi– sión mesiánica, está bien clara en esta frase del Evangelio de hoy: "Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día". Y sabemos que Dios es Dios de todos y quiere que todos seamos salvos. Y Jesús es el Salvador y lo ha planificado todo para nuestra salvación. -616-
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