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¿E L F R A C A S O D E J E S U S? "En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: -Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed; pero como os he dicho, habéis visto y no creéis". ( Jn 6, 35-36). Al leer en ciertos tratados o al escuchar a ciertos predicadores la facilidad con que meten gente en el infierno, uno se queda asus– tado. No sólo del infierno y de la sima sin fondo que constituye para la humanidad, sino también de la facilidad con que algunos se atribuyen facultades divinas. Porque la condenación y la salvación es cosa ante todo de Dios, y de la libertad del hombre. "Y Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". (1 Tim 2,4). Cristo en este discurso de Cafarnaún pone bien de manifiesto esa su voluntad. Y en definitiva su vida no tuvo otra finalidad que ésa. Bien claro nos habla la cruz. San Pablo dice: "Borró el proto– colo que nos condenaba con sus claúsulas y era contrario a nos– otros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz". (Col 2, 14). En el nuevo Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, la liturgia trata de poner bien de manifiesto esto. Cómo la Eucaris– tía es la garantía de esa salvación que en el cristiano se inició en el Bautismo. El rito de la Comunión de los Enfermos, aparte de recordarnos en sus diversas fórmulas, estas palabras de Cristo en Cafarnaún, concluye con esta oración: "Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso, y eterno, te suplica– mos con fe viva que el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, tu Hi– jo, que nuestro hermano acaba de recibir, le conceda la salud cor– poral y la salvación eterna". En las orientaciones del Episcopado español que van a modo de prólogo en dicho ritual, se dice a propósito del Viático:
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