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Esta frase tomó luego un significado eucarístico. Quizá se tra~ tase simplemente, entonces, de la mera bendición ritual ante la co– mida. Significaba simplemente eso: se bendecía algo, se partía, se repartía y comía. Sea lo que fuere, lo cierto es que los discípulos quedaron profundamente confortados con ello. En el largo camino de nuestra vida, hasta que lleguemos a la terminal del cielo, necesitamos ser confortados con la "fracción del pan": la Eucaristía. Que es ni más ni menos Cristo que sigue entre nosotros y a veces no le conocemos. Está como velado -igual que entonces- ahora con las especies sacramentales. Pero está a nuestro lado, bajo nuestro techo, bajo la especie sacramental de pan para que comulguemos y nos confirmemos en nuestra fe en la resurrección, en la esperanza del cielo, y en la fortaleza para soportar tanto cuanto hay que soportar cada día. Es deliciosa aquella parábola que inventó Péguy de un hombre que estaba tan harto de la vida que una mañana decidió suicidarse. Pero he aquí que se le apareció el santo del día pidiéndole, por favor, por prestigio para su título de santo, que lo dejase para el día siguiente: -Porque luego van a decir, se mató el día de San .... Y el hombre que era profundamente religioso, aunque andaba un poco deprimido, le hizo caso. Pero de mañana no pasa, pensó. A la mañana siguiente se le volvió a aparecer el santo del día )idiéndole el mismo favor. Y se lo concedió. Al otro, igual. Algunos días fueron multitud. Como los Santos Inocentes. ¡Qué culpa tenían ellos! Y al fin, como estaban en la Navidad y un rayo de alegría ha– bía entrado en su vida, decidió no suicidarse y seguir viviendo. Y luego fue hasta feliz. Nosotros no necesitamos para esto las apariciones de los san– tos. Tenemos el Santísimo en medio de nosotros. ¡Qué más quere– mos! El nos acompaña en las horas alegres y en las horas tristes. Sobre todo en éstas como a los de Emaús. ¿Qué más podemos de- -609-

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