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EL MAYOR ESPECTACULO DEL MUNDO "La muchedumbre que había acudido al espectáculo, al ver lo ocurrido, se volvían a la ciudad dándose golpes de pecho. Sus conocidos se mantenían a distancia, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando" ( Le 23, 48-49). Mientras escribo estos comentarios un altavoz, que va y viene, anuncia "El mayor espectáculo del mundo". Un circo alemán, que ganó la medalla de plata del concurso de Berlín. La furgoneta, con los altavoces, distantes y cercanos, va y viene. Estoy seguro que cantidad de gente irá a ver ese circo, porque la gente gusta del es– pectáculo. Los espectáculos de antes eran las ejecuciones. Si se trataba de crucifixiones, mejor. Duraban más. En las plazas de casi todas las ciudades de España y del mundo se levantaba el lugar del pa– tíbulo, o la terraza para la hoguera. En Jerusalén tenían el Calvario. La muchedumbre, bien claro lo dice el evangelista, había acu– dido a ver el espectáculo. Un espectáculo sin precedentes. Se trata– ba del anunciado rey de los judíos, el Nazareno, a quien los jerifal– tes de la nación habían condenado. Un caso como ese se daba una vez en la vida. Nosotros, con San Pablo en la mano, podemos decir que un espectáculo así sólo se da una vez en la historia. Pues Cristo llegó para ser el centro de toda la historia. Y su sacrificio fue el culmen. Nosotros, con el Concilio en la mano, podemos afirmar rotunda– mente que el sacrificio del Calvario se repite en la Santa Misa. Ahí está la constitución "Sacrosanctum Concilium" n: 47). Y la "Lumen gentium" dice: "La obra de nuestra redención se efectúa cuantas -598-
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