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glorificar aún una vida innoble". Nunca es tarde para solucionar el problema de nuestra vida. Aunque llevemos la peor de las vidas. Clásicamente juzgamos que es la de los ladrones, aunque hay mu– chas maneras de robar. Y vemos en el Evangelio que un ladrón es el primero que se va al Paraíso con Cristo: "Te lo aseguro: hoy es– tarás conmigo en el Paraíso". En segundo lugar, nos enseña que la muerte no es decir adiós, sino hasta luego. Decía Pascal que "moríamos solos". Esto no es exacto. Cristo no nos abandona nunca. Sabemos que está a nuestra vera. Podemos elevarle una oración. Pedirle un recuerdo. Basta un arrepentimiento interior -con tal de que no despreciemos y des– atendamos el modo sacramental que él ha instituido de perdón y ab– solución- para que él nos perdone para siempre. Recuerdo la anécdota de aquella muchacha que al borde de la muerte se lamentaba de sus manos vacías. El sacerdote la conso– laba y la confortaba con las verdades de la fe y la misericordia. Al fin tuvo un gesto. Puso entre sus manos el crucifijo y le dijo: "Ves, tus manos no están vacías. Cristo las ha llenado". En el prefacio 11 de difuntos se dice: "Porque él aceptó la muer– te, uno por todos, para librarnos del morir eterno; es más, quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna". Tiene que darnos, también, una lección de sinceridad y honra– dez. La vida, se ha dicho, es como una comedia, pero la muerte, quita los disfraces. Entonces, ¿para qué fingir? El Buen Ladrón re– conoció que había obrado mal. Primer paso para empezar a obrar bien. Y ese primer paso de arrepentimiento es el temor de Dios: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?". Lue– go vendrá el amor, la confianza, la alegría del encuentro. Ante una actitud como ésta nada puede la muerte. Decía Tagore: "Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin. Pero algún día sabremos que la muerte no puede nunca robarnos nada de lo que nuestra alma ha ganado, porque sus ganancias forman parte de ella misma". Y ganamos el Paraíso. -593-
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