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EL BUEN LADRON "Pero el otro le increpaba: --¿Ni siquiera temes tú a Dios, es– tando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque re– cibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha fal– tado en nada. Y decía: --Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. Jesús fe respondió: --Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso" ( Le. 23, 40-43). La muerte no es decir adiós, es decir hasta luego. He aquí la lección que nos da el Buen Ladrón, o mejor Cristo, en el Evangelio de hoy. También nos da una lección el Buen Ladrón. Schiller había es– crito: "Los ladrones no pueden morir como los héroes. La vida es la única ganancia del ladrón y la última hora es la más terrible. Los ladrones tienen derecho a temblar ante la muerte". Temblar ante la muerte, con derecho o sin él, lo hacemos to– dos. Hasta Cristo sintió la angustia y temblor. Pero hay que tomar conciencia de que un buen morir dignifica toda la vida, y arregla unas cuentas turbias. Porque tenemos en lo alto del Calvario a los dos ladrones, con una vida semejante. Y a Cristo entre ambos. A la misma distancia. Mezclando su sangre redentora en el suelo con la de los dos. La de su mano derecha se mezclaba con la de la mano izquierda del Buen Ladrón. La de la izquierda con la derecha del otro. Cristo muere por los dos. Ora por los dos. Los dos ven los mismos milagros, y le oyen las mismas palabras. Y uno termina bien y el otro no. Uno murió como un santo y el otro como un ladrón. Hay que decir que el llamado Buen Ladrón fue el más ladrón de los dos, porque terminó robando el cielo. Aprendamos de él la lección. ¿Cuál? En primer lugar, aquello que escribió hace muchos si– glos, y que sigue vigente hoy, Cicerón: "Una muerte honrosa puede -592.:_
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