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L A E T E R N A P E L I C U L A D E L O E S TE "En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y des– preciaban a los demás: -Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su in– terior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los de– más: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía a levan– tar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece, será humillado y el que se humilla se– rá enaltecido". (Le 18, 9-14). (U.E.). Pues sí, la vida parece una eterna película del oeste. Unos son los malos y otros los buenos. Los malos no tienen nada de bueno, los buenos son todo bondad. Y los buenos siempre somos nosotros. Lo que sucede es que nosotros somos unos tremendos sober– bios. Somos el auténtico fariseo: guardamos unas normas, vestimos de una manera, cumplimos unas reglas ... En fin que hemos hecho pacto con la ley. Nadie podrá cogernos por ahí. Pero la legalidad nos ha ahogado el alma. La legalidad o la soberbia, porque de tan– ta soberbia como tenemos no somos capaces de ver lo malo que somos. Sobre nadie descargó tanto la tronada de su predicación, Cris– to, como contra los fariseos: "Sepulcros blanqueados, raza de ví– boras, hipócritas... ". Ciertamente si urgasen dentro de nosotros cuántas veces de– bajo de una apariencia resplandeciente de blancura y de legalidad encontrarían un nido de víboras retorcidas y venenosas. Decía José de Maistre: "Conozco el corazón del hombre bueno y me da miedo... " -536-

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