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partes. No sólo al cielo azul. Y no menos echando toda su energía en las raíces que chupan el jugo de la tierra. Desde el principio le fue dicho "no es bueno que el hombre esté solo". Y le fue creado otro ser semejante que le completase. Todo esto que debe ser un orgullo para el hombre también es una responsabilidad. Y no se puede uno gastar la vida inútilmente. No significa "vivir la vida", en el sentido que se oye decir frecuente– mente, sino en plenitud, mirando todas las facetas que la vida tiene. Porque no se nos ha dado otra vida para vivir que ésta que te– nemos. La vida eterna es continuación de ésta. La muerte es la fron– tera. ¿Cuántas veces lo hemos dicho? Pero que fácil somos en ol– vidarlo. Y sin embargo, la muerte tiene un algo de destino. Es el hombre que llega a su tarea en este mundo y emprende un viaje para continuar la vida "que no perece sino que se transforma" en el otro mundo. Me lo contaron hace poco. Un jubilado de la renfe, que había viajado incesantemente fue llevado muy grave a un sanatorio. Una hemorragia interna. No hubo nada que hacer a pesar de todas las transfusiones. Al fin él mismo previó que iba a morir y pidió los sa– cramentos. El sacardote le confortó y auxilió lo mejor que pudo. Es– tuvo con él hasta la media noche. A aquella hora le dio la Unción de los Enfermos. A aquella misma hora, en aquella capital de pro– vincia se cruzan y entrecruzan muchos trenes. Sus pitidos se oyen en toda la ciudad. ¿Los oyó el enfermo? ¿O resonó en su alma un eco de toda su vida? Lo cierto es que dijo algo tan sencillo y tan grande como esto: -583-

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