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EL HOMBRE ES TAREA Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su Señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre (Le. 12, 35-40) (U.E). "El hombre es tarea". La frase es de anteayer. Pero la tarea es de siempre. El hombre no ha sido puesto sobre la tierra por casualidad. Dios le ha encargado una misión que únicamente él puede cumplir. El hombre no ha de "estar" meramente en el mundo, sino que tiene que vivir responsablemente. Ha de realizarse como se dice ahora. Para grata sorpresa nuestra eso lo dijo Cristo hace mucho tiempo. Y ésa es la misión esencial del hombre. Somos administradores de nuestra propia vida. Tenemos que hacerla fructificar al máximo. Y esto no significa encerrarse en uno mismo. Porque entonces el hombre no se realizaría. Ya que el hombre es eminentemente so– cial. Sin los demás no puede hacerse. Tiene que llegar a su pleni– tud en el contexto humano donde ha sido puesto. Ha de florecer donde ha sido plantado, pero con ramas que se abren hacia todas -582-
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