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ESPERANDO LA MUERTE "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Tened ceñida .a cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como lo~ que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuen– tre en veta: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la me– sa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre" (Le 12, 35-40). Un pensador español se preguntaba: "Cómo puede morir de repente quien desde que nace ve que va corriendo por la vida, y lleva consigo la muerte" ( Quevedo). A pesar de esta pregunta y de mil consideraciones que al res– pecto podemos hacernos, la muerte tiene algo de inesperada. Va– mos a un entierro y venimos a casa hablando de nuestra buena sa– lud y de los largos años que nos quedan de vida. Pero la muerte tiene algo de sorprendente. Cristo utiliza, para hablar de ello, una metáfora apabullante: "Comprended que si su– piera el dueño de la casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete". Esto lo entiende todo el mundo. Y, sin embargo, con nuestra falta habitual de lógica, aunque seamos animales ra– cionales, no comprendemos lo que dice a continuación: "Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre". -578-
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