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Y parece que Cristo quiere que seamos importunos en nuestra oración. Porque el pedid, el buscad y el llamad repetido dos veces, quiere decir una misma cosa: insistid. Nosotros tenemos nuestras propias teorías sobre la oración. Tenemos la teoría, o devoción, de las novenas, de los triduos, de las jornadas dedicadas especialmente a esto o a lo otro. Si luego de una novena no nos es concedido lo que pedimos, entonces, en un acto de fanatismo, renegamos de aquel santo que hemos puesto ¡Jor intercesor. Somos capaces de romper las hostilidades con él y con Dios si se nos pone delante. Sería bueno que releyésemos la Biblia, el Evangelio sobre todo, y nos fijásemos si una sóla vez se nos dice que a la primera, a la tercera, a la novena o a la diezmilésima vez nuestras oraciones serán atendidas. Se nos da plena seguridad de que sí serán atendidas, pe– ro no cómo ni cuándo. La parábola del amigo importuno y la conclusión de Cristo son tajantes: "Pedid y se os dará... " ¿Cuándo, cómo? Eso queda a la Providencia divina. Puede que a la primera vez, o cuando ya dejába– mos de confiar. Pero lo que sí estamos completamente seguros es que toda petición hecha debidamente a Dios, toda, es siempre aten– dida. Si no nos conceden lo que pedimos nos concederán otra cosa mejor. Pienso que este evangelio está maravillosamente traído para que los enfermos mediten y lo practiquen. Los enfermos suelen tener muchas jornadas libres en su lecho de dolor. La actividad ordinaria de su vida ha sido detenida. Habrá tiempo de charlar, de escuchar la radio, de ver la tele, de impacientarse y de sufrir. Probemos a ha– blar con Dios nuestro Padre. Pidámosle tantas cosas como tenemos que pedirle. Practiquemos la oración. Sin duda nos hará mucho bien. Enfermos y sanos perseveremos siempre en la oración.. Quiero concluir con los consejos que daba San Juan de la Cruz sobre la oración de los activos: -571-

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