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como protagonista de su parábola al Samaritano. Porque los sama– ritanos eran los enemigos raciales, ancestrales, de los judíos. Re– cordemos sino el pasaje de la samaritana, donde esta le dice mera– mente: "¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana?" Recordemos aquel atardecer en que los discípulos buscan hospedaje en una aldea de samaritanos y no se lo dan por– que van a Jerusalén. Pensemos en la reacción de los discípulos y en la respuesta de Jesús. El mismo letrado de la parábola ni siquie– ra pronuncia la palabra samaritano. Los judíos y los samaritanos eran los mayores enemigos. Y sin embargo es el samaritano el que tiene misericordia. En esta pará– bola está condensada gráficamente toda la doctrina de Jesús en el sermón de la montaña: el amor a los enemigos, el hacer bien a los que nos hacen mal, el rogar por los que nos persiguen y calumnian. En segundo lugar hay que resaltar el contraste entre leg21ismo y espontaneidad, por no llamarlo amor aún. Estoy completamente seguro que el sacerdote y el levita del templo de Jerusalén sabían al dedillo toda la ley, donde estaba también el amor al prójimo. De sobra sabían qué tenían que hacer en aquella ocasión. Sin duda eran detallistas en el culto ~ .. Dios. Pensaban ser los mejores entre los judíos, incluso en el amor a su Dios. Pero todo aquello era falso. Sonaba mucho, pero a hueco. Ante un hecho concreto hicieron lo que a lo peor haríamos muchos de nosotros: huir, no comprometer– se, tranquilizarse diciéndose: "Eso conmigo no va... ¿Quién me manda meterme en líos? ¿Y si me trae complicaciones? ... ". El samaritano, se da cuenta cuál es su primer deber. No mira quien pueda ser, ni las complicaciones que le puedan traer. Es un prójimo. Un hombre que necesita ayuda. Y se siente lleno de com– pasión por él. Lo primero socorrerle y luego continuar el camino. No piensa en sí sino en el prójimo. A lo mejor pensó en sí, dicién– dose: "Cualquier día me puede pasar a mí y me gustaría que me socorriesen". -5G7-