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EL BUEN SAMARITANO "Pero ef letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándole medio muerto. Por casualidad, un sacer– dote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo .. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero le dijo: -Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuel– ta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: -El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: -Anda, haz tú lo mismo" (Le 10, 29-37) (U.E.). Dejando a un lado la descripción del barranco, del mesón rojo que decían había por allí, de los ladrones y del camino -camino sacerdotal que los servidores del templo de Jerusalén tomaban de retorno a sus hogares en Jericó- pasemos a unas breves conside– raciones sobre esta archirrepetida parábola. Lo primero de todo hay que admirar la buena o mala intención -sea dicho con todo respeto-, según se mire, de Jesús, al tomar -566-
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