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PAZ Y BIEN "En aquel tiempo dijo Jesús: -Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta ca– sa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz, si no, volverá a vosotros. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pon– gan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de -vosotros el Reino de Dios". ( Le. 10, 5-6. 8-9) (U. E.). Cuando San Francisco de Asís juntó los primeros discípulos y se propuso predicar y cumplir el Evangelio al pie de la letra, comen– zó saludando a las gentes, con este saludo que desde entonces es el saludo franciscano: "Paz y bien, hermanos". Sin duda pensó, al escoger ese lema, en el Evangelio que co– mentamos y en otros similares. Les deseaba eso que deben llevar los mensajeros de Dios a los hombres: la Paz. Y en el bien iban reunidos todos los bienes espirituales y temporales. También el de la salud. Cristo se circunscribe a algo muy concreto: la salud de los en– fermos. Porque les dio ese poder milagroso. Y ante eso estoy ple– namente seguro que todas las puertas se le abrirían. Era el mejor aval. Estoy convencido que las gentes sentirían pena de que mar– chasen, pues con ellos se les iba media vida. Hoy no se les puede dar tanto. Hoy hay remedios farmacéuti– cos para muchas enfermedades que parecen casi milagrosos, pero los mensajeros de Cristo no tienen ese carisma extraordinario de dar la salud. Fue un don que Cristo dio a sus discípulos y que sigue dando en ciertos casos extraordinarios. Cuando alguien personalmente se siente inquieto, desasosega– do, lleno de turbación, recurre al sacerdote para que le dé la paz. Hay un sacramento que podemos llamar el sacramento de la paz. -560-
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