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Dios envía, inspira y busca por medio de los profetas la salvación de los hombres. En el relato de hoy el pueblo en seguida asocia al Profeta con la visita que Dios ha hecho a su pueblo. La visita de Dios era espe– ranza, y era seguridad de salvación. Los judíos la ceñian a la libera– ción de la esclavitud u opresión extranjera, pero bien vemos que los profetas lanzaban su voz mucho más alto. A Cristo aquí le titularon meramente "profeta". En otros pasajes del Evangelio el gran Pro– feta anunciado por Moisés. O uno de los grandes profetas. Ver en é! al profeta por antonomasia, a Dios encarnado en profeta, tiene que ser una gracia de Dios, como Cristo mismo le dice a Pedro. En la primitiva Iglesia existieron muchos profetas. El don de Dios se derramó entre los fieles, y casi llegó a cumplirse aquel deseo del Antiguo Testamento: "Ojalá que todo el pueblo fuese profeta". Pero también advirtieron sobre los falsos profetas. Porque la cizaña suele camuflarse entre el trigo. Y los lobos suelen disfrazarse con piel de oveja, como dijo Jesús. Hoy también existen profetas. Por citar uno podemos mencio– nar aquí a Juan XXIII. Ha sido uno de los grandes profetas de nues– tro tiempo. Sin duda habrá otros muchos profetas, pero yo no los conozco. Y por sistema desconfío de los que se autodenominan pro– fetas, y se aprovechan de ese título personal -ese carisma como dicen- para hacer lo que les da la gana y meterse contra todo el mundo. El profeta es un ser dispuesto a sufrir por los demás. A sufrir sobre todo, la incomprensión. A llevar un nivel de vida santa supe– rior al común de los cristianos. A vivir más pobremente que todos. A padecer estrecheces, pero así a ojos vistas, para que su doctrina no aparezca como una mercancía. De esos profetas ha habido en todas las épocas. Han sido los santos. Porque su mismo testimonio de vida ha sido un anuncio de ese reino escatológico que está para llegar y su vida nos asegura que existe y que llegará a su debido tiempo. Se puede ser profeta sin ser santo. Aunque el hombre de hoy no admitirá un profeta así, y por eso como si no fuera. Pero una cosa es cierta: los santos son profetas. Y estamos necesitados de santos. -553-
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