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En el milagro evangélico más que el hecho admira.ble, que rom– .pe todas las leyes naturales, debemos ver la intención de Cristo. Cristo se halla en un momento de su vida pública de manifestación a los hombres. Busca un momento propicio, cuando un gentío acom– paña a un joven muerto y a una pobre madre desolada, viuda por más señas y aquel hijo era único. Entonces Cristo hace el milagro. El hecho se divulga, pues todas esas circunstancias contribuyen a ello. La gente se fija en él. Cristo más bien quiere que se fijen en su mensaje. Hay una co– nexión total entre el milagro y la doctrina. A esta le bastarían sus propios argumentos si los hombres no fuésemos como somos: afic– cionados al espectáculo. Pero Cristo nos conoce así, y de vez en cuando lanza un milagro para que aumenten los motivos de nuestra fe. Porque en realidad aquel joven terminó muriendo. El consuelo de la madre duró unos años, la muerte les volvió a separar. Sin du– da murió ella antes. Otros muchos jóvenes morirían por aquellas te– chas, Cristo no los resucitó. Lo hizo con éste por ese motivo. Justo por eso: Anunciar su mensaje de salvación entre los hombres. Copio textualmente: "El milagro es el comentario vivo, sensible, de la palabra de salvación; es transparencia, a través de la materia, de la renovación espiritual e invisible anuciada por Cristo. Los cuerpos sanados son imagen elocuente del alma liberada del peca– do, los prodigios obrados en la naturaleza son expresión, a nivel humano, de las maravillas realizadas por la gracia; todo milagro es una dimensión "corporal" del mensaje espiritual, colorea y realza la palabra". Hoy los hombres son menos sensibles a lo maravilloso. Quizá porque se ven muchas maravillas. Aunque eso de resucitar a un muerto no es cosa de todos los días, vamos ... Pero buscan más el testimonio de la vida personal. Hoy estamos influenciados por la -549-

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