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LA COMPASION "En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando es– taba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre que era viuda; y un gentío con– siderable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: -No llores". (Le. 7, 11-13). Sobre la muerte se han dicho muchas cosas. Verdades tan evi– dentes que no necesitan demostración. San Bernardo decía: "A los viejos les espera la muerte a la puerta de la casa; a los jóvenes en las afueras". Una frase escrita hace siglos que parece una profecía. Porque si bien los viejos se van desgastando poco a poco y, ordinariamente, mueren en su casa cuando el corazón se les para, ¿cuántos son los jóvenes que mueren fuera de sus casas? No pensemos en las gue– rras. Pensemos en las carreteras. A los accidentes se les ha llama– do "el cáncer de la carretera". Importa, por tanto, estar prevenidos siempre. Porque también se ha escrito: "Incierto es el lugar donde la muerte te espera; es– pérala, pues, en todo lugar". (Séneca). No pensemos que sea esta una idea morbosa. Es la más natural, pues desde que nacemos va– mos muriendo. Y aunque no tengamos tiempo para pensar en ella, sí tendremos tiempo para morir. También escribió Séneca: 'Tú estás ocupado: la vida pasa, la muerte llega; para ella, quieras o no, ten– drás tiempo". Y no quiere decir esto que no apreciemos la vida. Es que conside– ro que el mejor aprecio de la vida es saber morir bien, prepararse para un buen morir, pues es una escala más en ese nivel de vidas. Damos un salto a una vida superior. Tan apreciable es la vida, tan justo es que los jóvenes vivan una larga y próspera existencia en el mundo, que vemos cómo Cristo resucitó a aquel hijo de la madre viuda. Le dio, así, una ale– gría inmensa. -546-
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