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No. Más bien debe ser un motivo, un acicate, para vivir la vida muy despiertos. El saber que nuestra luz no se extingue, que bri· liará más que la luz que prende en los cañaverales. Que se nos da– rá un premio en el otro mundo: Reinaremos con el Señor. Que co– noceremos la verdad y gustaremos el amor, nos puede ser suficien– te aliciente, para que hagamos lo que sea y ganemos ese premio ... Un contemporáneo de Miguel Angel, Lorenzo de Médicis, lla– mado el Magnífico, que vivió aquí a lo grande y construyó casas en este mundo que le valieron el sobretítulo que lleva. Pues bien de él es esta frase: "Aquellos que no esperan en otra vida, están tam– bién muertos para ésta". Sin embargo nos parece a nosotros que hay mucha gente en este planeta azul que no espera nada en el otro mundo. Que rueda como una rueda que lanzaron por las carreteras del mundo. Que trabaja como el díeme de un engranaje que hace andar la gran máquina de \a producción y del consumismo. Que... no cree en Dios ni en otra vida, y en nada y trabajan. Y tienen un cierto mesia– nismo de construir un mundo mejor para sus hijos y para los hom– bres que vengan detrás. Me gustaría meterme en el hondón de esas almas y ver si de veras son felices. Si de veras no creen algo, si no esperan algo más que este horizonte gris o luminoso que les recibe cada mañana y les despide cada tarde... Porque sucede que de ese mundo, en el que todos pensamos y nadie pronuncia, se filtran gentes, escritos, noticias fidedignas, que nos dicen que existe la fe donde menos se esperaba. Salta la chispa de una creencia en Dios y en una vida eterna más fuerte que las chispas del cañaveral. Esas gentes que no han sido evan– gelizadas, o lo han sido al revés, también tienen su corazón, su in– teligencia, su sufrimiento y sus alegrías, y llega un momento en que ellos se dan cuenta que algo más tiene que existir. El ateo, puede ser el revés de un santo. -51-
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