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lo hemos dicho, lo repetimos, que para que el Evange!ío tuvie– se una difusión más rápida y radiante, les dio Cristo aquel poder para impresionar a los oyentes. Ahora, supuesta la fe de los cristia– nos, se pide más la fe directa, sin las "muletas" de los signos. Pero también puede contribuir la fe de los hombres. lo cierto que ante los milagros Cristo pedía fe, esa fe sencilla en lo prodigio– so, en su propio poder. Hoy esta fe nos falta. Estamos más sofisticados. Incluso discu– timos la veracidad de los milagros del Evangelio. Tenemos unas ciencias que lo quieren explicar todo. Pienso que aunque lo puedan explicar todo, aunque lo hiciesen todo, no podrían explicar cómo de una manera espontánea, rápida, sin trampa ni cartón, se hicieron todas aquellas cosas. Pues en "los milagros" psicológicos siempre se da un entrenamiento y una preparación. No traicionemos el Evan– gelio, y tengamos ojos sencillos para leerlo. Por otra parte, los hombres de hoy que se permiten el lujo de dudar de todo, aunque cada día crean en la propaganda, quieren otra clase de milagros. En aquellos signos el ministro era lo que su propia palabra significa: el transmisor. El poder venía de Dios y pasaba a los hom– bres. Era algo así como un cable de alta o de baja tensión. No fá– brica ni luz. Hoy se pide a los ministros que sean luz. Se pide el signo de la santidad y de la pobreza. No el hacer, sino el ser. lo maravilloso no asombra ahora como entonces. lo maravilloso hoy es que un hombre, entre tantos bienes de consumo, sea pobre, y entre tantos alicientes de placer, sea santo. ¡He ahí el gran signo que remueve la costra vieja del cristianismo de hoy! Esto puede ser una explicación más de por qué entonces sí y ahora no. Aunque de vez en cuando los periódicos nos hablan de milagros y sin duda se dan. Eso allá el juicio de la Iglesia. lo que importa es saber que los signos entonces y ahora tienen relación con el mensaje que se transmite. Y que el ministro no es ni más ni menos que un siervo del Señor al que éste manda con su anuncio -y con su milagro, a veces-, a los hombres. lo que importa siem– pre es Dios y la fe de los hombres en él. -543-
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