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LOS SIGNOS -- en aquel tíempo, se apareció Jesus a los once, y ,es 01¡0: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la crea- ción. El que crea y se bautice, se saívará; el que se resista creer, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demo– nios en mi nombre, habiarán lenguas nuevas, cogerán serpien– tes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no tes hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evan– gelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confir– maba la Palabra con los signos que tos acompañaban". ( Me. 16, 15-20) (U. E.) Nosotros pensamos que ante esos signos el mundo pagano cae– ría a sus pies y creería en el Evangelio. La historia nos dice que no. Fueron muchos los que creyeron, pero fueron muchos más los que no creyeron. Incluso algunos se obcecaron más. Y hubo un famoso mago que embaucaba a las gentes con sus portentos, llamado Simón, que a otro Simón -a Pedro- !e ofreció dinero para que le diese aquel poder. La respuesta de Pedro fue sonada y maldiciente. Por tanto el valor del signo está en su relación con Dios, con la doctrina predicada. La fe ha de seguir al signo. Y podríamos de– cir que en algún sentido debe preceder, esa fe, que radica en la buena voiuntad para escuchar un mensaje. Sin prevención, sin ma– la intención. No estableciendo murallas. Dejando que e! corazón de barro sea buena tierra para la sementera y no roca. Algunos preguntan por qué no se dan ahora esos signos. Eso depende de la voluntad de Dios principalmente, y en segundo lugar de la fe de los hombres. -542.-

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