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MORIR COMO DI OS "Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfren– te, al ver cómo había expirado, dijo: -Realmente este hombre era Hijo de Dios" (Me. 15,37-39). Los comentaristas de este pasaje evangélico dicen que los cua- tro evangelistas, al narrar la muerte de Cristo, parecen querer adver– tir que fue un morir voluntario, una liberación, una entrega al Pa– dre. Por lo pronto Cristo ya lo había profetizado :"Yo voluntaria– mente entrego la vida, nadie me la arrebata". La muerte de Cristo es el modelo de la nuestra. Es la entrega definitiva al Padre, del don de la vida que Dios ha dado. Como quien recibe un préstamo. La vida es moneda que ha rodado por el polvo del mundo. Hay quien ha sabido explotarla al máximo, ha– cerla rendir para la vida eterna. Hay quien la ha enterrado, entre placeres y bienes materiales. Cada cual muere como vive. "Como la vida así la muerte". La muerte es el espejo de la vida. Sobre esto tiene una hermosa oración poética Rilke: "¡Señor, da a cada uno su propia muerte, el morir que brota de su vida para que tenga amor, sentido y urgencia! Porque somos nosotros la cor– teza y la hoja. La gran muerte que cada uno lleva en sí, es el fruto en torno al cual gira todo. Porque lo que hace extraño y difícil el morir, es que no es nuestra muerte: una muerte que nos arrebata por fin, sólo porque no hemos madurado muerte alguna en nosotros; por eso viene una tormenta, para despojarnos de todo". Que es decir con otras palabras, más ampulosamente, lo que Cristo dijo: "Si el grano de trigo no muere no puede dar fruto". Cristo en su muerte mostró su grandeza y su divinidad. Mila– gros simbólicos le acompañaron. El desgarramiento del velo del templo, fue el partirse todo el antiguo testamento, con su sacerdocio, su sacrificio, su ritual. .. El nuevo sacrificio se había realizado. El -536-
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