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tro examen particular. ¿Qué podemos hacer nosotros ante este pro– blema que por humanos y cristianos nos compete? Ante todo ayudarles de una manera crematística. Se suele de– cir, con razón, que mejor que darles un pez es enseñarles a pescar. Pero cuando el dilema es comer o morir, lo primero es comer para sacar fuerzas para pescar y filosofar como los pescadores a las orillas de los ríos. La primera etapa es no dejar morir de hambre a mi llares de hermanos nuestros. De hambre y de sed. Es la primera pregunta. Es la caridad elemental. Se suele decir: para qué ayudarles, para qué suscrip– ciones o colectas, sabemos que no les llega nada. Son disculpas de gentes avaras y sin corazón. Sin duda se filtrará mucho. Sin du– da aparecerán los especuladores que se aprovechan hasta del ham– bre de los demás, pero que mucho les llega es cierto. Se repite la anual parábola de la siembra. Mucha semilla se pierde. Los avata– res del nacer, del crecer, del madurar, del sol, de las lluvias y las borrascas ... , pero deja de sembrar, ya verás lo que recoges. No busquemos disculpas. Todos estamos obligados a socorrer a los demás. Tenemos que hacer algo. Lo mínimo es la limosna. Luego la promoción: la revolución verde, la lucha contra el sub– desarrollo, el despertar de la conciencia de solidaridad universal. .. Y evitar el gran escándalo que estamos dando los cristianos: "Que no sirva de escándalo a la humanidad el que algunos países, gene– ralmente los que tienen una población cristiana sensiblemente ma– yoritaria, disfrutan de la opulencia, mientras otros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por el hambre, las enfermedades y toda clase de miserias" ( "Gaudium et spes" n. 88). Atención, pues, ese día la primera pregunta de Cristo será sobre esta cuestión. -519-

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