BCCCAP00000000000000000000808

A Cristo le andamos buscando todos. Todos deseamos estar con él para siempre en la otra vida. A todos nos hubiera gustado haber vivido con él hace veinte siglos para seguirle al Jordán o al Desierto. para escucharle en Jerusalén o en Cafarnaún. Cristo no nos quiere negar esa suerte y nos dice que está en cada. uno de nuestros "humildes hermanos". El Cristo que se hizo hombre continúa disfrazándose de hom– bre. Y escoge los disfraces de los más pobres. Los más elementales. El pan y el agua, el techo, la compañía, el vestido y la. medicina; Y sucede, también, que cada día nosotros podemos socorrer a Cristo, de esa manera, muchas veces. ¿Cuándo? Cuando lo hacemos a uno de nuestros prójimos; Pues la caridad consiste en amar a Dios y al prójimo. Mejor: ¡Amar a Dios a través del prójimo! A veces nos lamentamos de no haber cuidado a nuestros seres queridos como nos hubiera gustado. Lo lamentamos después que han muerto. Entonces la cosa no tiene remedio. Y si hubiéramos aprovechado el tiempo cuando vivían, nos estábamos labrando un cielo eterno, pues nadie tan prójimo -"próximo"- a no.sotros co– mo nuestros padres, hijos, esposos. A los que damos, cada día, el pan, el agua, el vestido, el cobijo, la medicina, el consuelo ... Demos un paso más. Hay otros que no son tan próximos, pero están, quizá, más necesitados de pan y vestido y cariño. Son los po– bres-pobres. Que a veces no coinciden con los mendigos; pues se ,da una explotación de la compasión de los humanos a través de apa– riencias de mendicidad. Lo cierto es que nuestro encuentro con Cristo llegará. Y las preguntas resonarán en nuestros oídos. Para no llegar tarde a-la ci– ta, para no quedar mudos de asombro y recibir sorpresas desagra– dables, es bueno ir preparándose. -507-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz