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HASTA LA VISTA JOB "Respondió Job: ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escri– bieran para siempre en la roca! "Yo sé que está vivo mi Ven– gador y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán". ¡Desfallezco de ansias en mi pecho!" (Job 19, 1. 23-27a). Sí, le decimos hasta la vista. Porque hemos visto en este pa– saje -el mismo que está en el Ritual de Exequias- su esperanza en la resurrección. Lo demás queda atrás. Ha sido un pasaje oscuro de su vida. El dolor le obnubiló los ojos del cuerpo y los del alma. Pero al fin ha llegado el amanecer y la luz se ha hecho en su alma. El sabe ya que verá a su Vengador. Que el polvo no es el fi– nal. Por eso decimos: Hasta la vista, Job. Porque esperamos verle resucitado y glorioso. Quién será Job? Parece ser por el poema de Job, escrito ha– cia el siglo quinto antes de Cristo, fue un personaje famoso del Oriente de Palestina al que las tradiciones glorificaron. Sobre su base el autor sagrado compuso una serie de poemas superpuestos donde encara -de cara a Dios y a los hombres- el eterno pro– blema del dolor. Para los antiguos el que un justo sufriese era el mayor de los misterios. Dios daba el premio de las buenas obras aquí, con pros– peridad y bienestar. Por eso ¿qué pecado oculto habrá cometido Job para que Dios lo castigase así? El autor de este libro se eleva un poco más y nos presenta el do'lor como una prueba, un misterio divino, que nuestra mente no alcanza a comprender bien. -36-

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