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era lucha. Y aunque en este ritual la frase se traduzca de distinta manera que en la Vulgata, el contenido sigue siendo el mismo. Si no luchamos nos devoran. No los otros. Sino nuestras pe– nas, nuestros dolores, nuestras enfermedades. El cuerpo está constituido para la lucha. Ahí dentro, en la san– gre, tenemos millones de campeones que luchan contra nuestras enfermedades e infecciones. Tenemos que ayudarles, muchas ve– ces, con las medicinas. Y mucho más adentro, está el alma para luchar contra la carga de pesimismo que la existencia nos lanza dentro como un lastre que puede hundirnos para siempre. Quien no lucha termina por hun– dirse. Para medir el nivel de optimismo de un alma se suele tomar el nivel de vino en una botella. El optimista dirá que está medio llena, mientras que el pesimista dirá que medio vacía. La botella está ahí, por la mitad, ni más ni menos. Pero drogas aparte, es bueno elevar el nivel lo más alto posible. Ver las cosas siempre, con ojos resplandecientes de ilusión, de es– peranza. Ver ·todo mejor que es. Porque eso da alas al alma y acer– ca al cielo y a Dios. Dios es el gran optimista de la historia. A pesar de ver todas las catástrofes que desencadenamos los hombres, sigue enviando vidas a nuestro planeta, sigue esperando en nosotros. Nosotros nos sabemos perdonados y no perseguidos por Dios, sino protegidos. Y "cuando nos acostemos en el polvo", más allá de ese hermano polvo que nos espera estará nuestro Padre Dios con los brazos abiertos de par en par para recoger nuestra alma. ¿Cómo no vamos a ser optimistas? Por eso como San Francisco a aquel fraile cariacontecido te– nemos que decir: Si has pecado -que es lo único que de verdad nos puede entristecer- vete a pedir perdón a Dios, que él te per– donará. Y vuelve con el rostro alegre en .medio de tus hermanos. Que la tristeza es mala consejera ... _;..33....,...
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