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Había un muchacho muy tímido que tenía más miedo a los dragones que los demás. Pero tenía un maestro que era mejor psi– cólogo que nadie. Y quiso hacer un experimento con aquel mucha– cho tímido. Le dijo: -Mira, yo sé una palabra mágica que vence a todos los dra– gones. Pero tiene que ser pronunciada por un muchacho de quince años. ¿Tienes tú quince años? -Sí. -Pues aprende bien la palabra, toma esta espada y vete a ma- tar dragones. Estate bien seguro que no falla. Y se fue, y mató muchos dragones, y le hicieron héroe nacio– nal. Y el rey le quiso condecorar como a nadie, porque había sal– vado a la patria. Iba para la plaza que está delante del palacio, donde ta mu– chedumbre se había congregado y donde el rey le iba a honrar, cuando se encontró con su maestro. Este se le acercó y le dijo: -Mira muchacho, lo de la palabra mágica era un cuento mío. Te lo dije para que vencieras tu timidez. Para que tengas fe en ti, en la vida, en tu poder. Ahora ya lo sabes. No seas tímido. ¡Animo, muchacho. Aquello le cayó como un jarro de agua en el alma. Estaban en plena ceremonia cuando alguien llegó con la no– ticia de que un dragoncejo, herido, .casi moribundo, se acercaba. Nadie se movió. Allí estaba el héroe, allí estaba su espada. Tuvo que salir. Pero ahora ya sin fe. Y fue vencido por la cría de dragón. Moribundo le llevaban... y le oían repetir constantemente la pala– bra mágica. La palabra engañosa. Hay, no obstante, una palabra mágica. Y esto no son leyendas. Es la palabra Amor. El amor de Dios por nosotros. Su historia es una historia de amor. Uno piensa qué poco amor hay en el libro de Job y cuanto amor debí.era haber... Por eso está entrecruzado de pesadillas. Pero, repetimos por enésima vez, es un libro de la Bi– blia. Y la Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, es la historia del amor de Dios por los hombres. ¡Buen ánimo, hombre! -29-