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L A H IS ro R I A D E L D R A G O N "En aquellos días, .habló Job diciendo: ¿Soy el monstruo mari– no o el Dragón para que me pongas un guardián? Cuando pien– so que el lecho me aliviará y fa cama soportará mis quejidos, entonces me espantas con sueños y me aterrorizas con pesa– dillas". (Job, 7, 12-14) (U. E.) Todos hemos tenido miedo a algún Dragón. No lo hemos visto jamás. Pero hemos soñado con él. Alguien, para sujetarnos la atención, los músculos o los pár– pados, nos contó no sé qué historias imaginarias de dragones que asolaban la .tierra de los hombres, que se llevaban a los niños ma– los, que... Todo esó fue dejando un poso de terror en nuestra alma. Un. sedimento donde enraizaron tantos complejos, y tantos sustos. Pero el. hombre no escarmienta. Necesita una película de te– rror para asustarse a sí mismo y asustar, sobre todo, a sus niños que lo toman todo en serio. Y se hicieron películas de terror y se dan noticias de los ovnis que a lo mejor son globos un poco mayores que nuestros globos infantiles. Pero el temor del Dragón está ahí. Incluso en la Biblia. Y al mismo Job le quitó el sueño y le tejió la noche con pesadillas. ¿Qué hacer para vencer esos falsos dragones que en las tre– mendas noches de los enfermos se pueden hacer monstruosos? Hay una leyenda que dice que una vez los dragones invadieron un reino remoto. Los hombres huían despavoridos a refugiarse en las cuevas. Los muros de sus casas eran como de cristal ante la fuerza de los monstruos. Sólo las cuevas les guarecían algo. Cuan– do salían a buscar algunos alimentos, iban bien armados, marcha– ban ejércitos enteros para defender a los habitantes, y matar, si era posible, algunos dragones. Pero estos triunfaban siempre. -28-
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