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guna forma de difusión del pensamiento, aün técnicamente eleva– da a extraordinaria potencia con la prensa y con los medios audio– visuales, la distituye. Apostolado y predicación, en cierto sentido, son equivalentes. La predicación es el primer apostolado. El nues– tro, venerables hermanos, es, ante todo, ministerio de la palabra. Nos sabemos muy bien estas cosas. Pero a Nos nos parece que conviene recordarlo ahora para dar a nuestra acción pastoral la justa dirección. Debemos volver al estudio no ya de la humana elo– cuencia o de la vana retórica, sino al estudio del genuino arte de la palabra sagrada. Debemos buscar las leyes de su simplicidad, de su limpidez, de su fuerza y de su autoridad para vencer la natural impericil;). en el empleo de tan alto y miiterióso instrumento espiritual cual es la palabra y para competir noblemente con cuantos hoy tienen amplí– simo influjo con la palabra mediante el acceso a las tribunas de la opinión pública. Debemos pedir al Señor el grave y embriagador carisma de la palabra, para sÚ dignos de dar a la fe su. eficaz principio práctico y de hacer 'llegar huestro mensaje hasta Jos confi– nes de la tierra. Que las rformás de la constitución cohciliar "De sacra liturgia" sobre el ministerio ele la palabra hallen en nosotros celosos y hábiles ejecutores. Y que Id catequesis del pueblo .cristia– no y de todos aquellos a los que sea posible ofrecerla sea siempre experta en el lenguaje, sabia ·en el método, asidua en el ejercicio, apoyada por el testimonio de virtudes reales, ávida por avanzar y poder hacer llegar a los oyentes a la seguridad de la fe, a la intui– ción de la coincidencia entre la Palabra divina y la vida, y los albo– res de Dios vivo" (Ecc/esiam suam núms. 82, 83, 84). La cita es larga, pero merece la pena. Para que la meditemos. Para que nos convenzamos que nuestra predicación no es inútil. Es el lanzamiento de la semilla. Esta pasa por mil avatares antes de llegar a la madurez. Mucha se perderá. Pero no por eso podemos dejar de sembrar. No siembres y ya verás. Un gran calumniador decía: "Calumnia, calumnia, que algo que– da". Parodiando para bien su frase podemos decir: "Predica, pre– dica, que algo queda".
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