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infierno una alma justa. Ante ese hecho insólito todos los ángeles y los bienaventurados se acercaron a Dios para protestar. El Se– ñó'r les escuchó con paciencia y mandó al más principal de los án– geles al infierno para sacar a aquella alma que todos tenían por justa·· porque durante la vida había hecho inuchá penitencia y ha– bía practicado la' piedad hasta límites extremos. Llegó el ángel, abrió la puerta del infierno y notó cómo todos se volvían a mirarle. Jamás había entrado un rayo de luz allí. El miró entre toda la ca– terva y enseguida conoció al alma del hombre justo. Se fue a ella y la abrazó para sacarla del infierno. Cuando los otros condenados se dieron cuenta de que a aquella alma la iban a sacar de allí, se fue– ron agarrando a ella, unos a otros haciendo una gran cadena que llegaba -en eslabones de almas- del infierno al cielo. Todos iban a salir. Fue entonces cuando el alma "justa" dándose cuenta del peligro que tenía de caer de entre los brazos del ángel que la lle– vaba volando al cielo, dio una fuerte sacudida, despegó al primero que se había agarrado a ella y todos se fueron al infierno. El ángel al ver esto, también la soltó y la dejó hundirse para siempre. En el cielo resonó la voz de Dios: "Haya un juicio sin misericordia para los que no tienen misericordia". Una leyenda, porque bien sabemos que jamás un alma justa puede ser condenada, y jamás un condenado puede salir del infier– no, pero con un fondo de realidad evangélica tremenda. Es senci– llamente la aplicación de la sentencia de Cristo: "Con la misma me– dida con que midiereis se os medirá". Tendremos que dar cuenta de nosotros mismos, de nuestra al– ma, de nuestra vida, ¿queremos un juicio benigno? Seamos benig– nos con los demás. Esa es la recomendación de Cristo "No juz– guéis y no seréis juzgados". No nos cansaremos de repetir lo mis– mo, en la seguridad de que cuando llegue la ocasión se nos olvida– rá. Bueno será que lo apliquemos alguna vez. Vivimos en un mundo en tensión. Tensión de guerras y tensión de ideas. Más tensión que nunca en el campo religioso. Quien no piensa como nosotros es -249-

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